Pancho y yo… o la historia que me llevó a conocer a Francisco Massiani y su Piedra de Mar

·

,
«Siempre que se hace una historia, se habla de un viejo, de un niño o de sí…», y está no tiene por qué ser diferente, habla de un viejo, de un niño y de mí.
Él: ¿Ya te leíste «Piedra de Mar»?
Yo: No la conozco, ¿de quién es?
Él: Chica, la de Francisco Massiani. ¿Cómo que no te la has leído?

Yo: Oye, en serio, ni se quién es el autor…
Esta breve historia (trataré de que sea breve, lo prometo 🙆🙋✋) se remonta como al año 2005, puede que al 2006, no estoy muy segura de la fecha.

Contaba yo con unos cuantos años y kilos menos (a decir verdad eran muchos más menos kilos que años de menos), soltera y sin angustias, o bueno, angustias las que yo misma me buscaba.

Ese fue el año que me tomé de sabático, luego de trabajar como negrita y reunir lo suficiente como para vivir la vida como quería: sin trabajar, leyendo, escribiendo, tocando guitarra, cantando, yendo al cine y al teatro, comiendo, rumbeando, bebiendo vino y entrenando ¿era posible ser más feliz? Sin lugar a dudas fue uno de los mejores años de mi vida. Mi única responsabilidad y compromiso era conmigo misma. ¡Un año entero sólo para mí, el vino y los libros!

Por aquellos días yo me la daba de intensa, hablaba en esdrújulas, caminaba como flotando, con la libertad y arrogancia que caracteriza a quienes se creen intelectualmente superiores a su entorno. ¿Lo era? Yo pensaba que sí. Los compañeros de mi hermano se reían, se burlaban de mí… ¿por qué siempre tienes que hablar tan raro? Me decían entre carcajadas, cigarrillos y tragos. Yo brindaba, encendía uno de esos cigarrillos, y… «nojoda, pónganse a leer… no hay nada que más le guste a una mujer que un hombre culto y divertido, con el que puedas hablar de todo…».

¡Salud por eso! Gritaba uno por allá y… ¡Salud! Respondíamos todos.

Yo, no podría decir que me enamoré de uno de ellos, pero sí debo confesar que estuve muy cerca de hacerlo. Era un poco más joven que yo, bueno, tendría unos tres o cuatro años menos calculo, la verdad nunca le pregunté su edad.
Lo cierto es que terminamos saliendo por un par de meses ¿quién conquistó a quién? Me gusta pensar que fuimos ambos, cada uno a su manera y con los recursos que teníamos disponibles. Una relación breve, brevísima, sin dolores ni malos ratos, sólo buenos momentos.
Yo siempre con un par de libros en la cartera, donde tenía la oportunidad de abrir alguno, la aprovechaba para leer… Él lo sabía, y sonreía. No hubo día en que me buscara que no me encontrara con la mirada perdida entre las páginas de un Benedetti, LaPierre, García Márquez o Borges. ¿Ternura? ¿Burla? Al final del día ¿qué más da? A mi esa simple sonrisa me hacía infinitamente feliz.

Hablábamos de cualquier cosa, de deportes más que todo, un poco del país (no era el desastre que tenemos hoy), de planes, de postgrados, de viajes y de mis infinitas ganas de conocer el mundo, de la televisión y sus series, de las películas de moda, de cómo pasaban nuestros días, nos veíamos casi que a diario.

En una de nuestras muchas conversaciones, creo que caminando por Tierra de Nadie, bueno, caminando yo, él estaba del otro lado del teléfono, me pregunta: ¿ya te leíste Piedra de Mar? Yo, puedo jurar que nunca había escuchado ese título, le respondí con sinceridad: No, no se ni quién lo escribió.
Suelta una pequeña carcajada, hoy me imagino que la expresión en su cara ha tenido que ser algo así como una mezcla de risa sarcástica con satisfacción, así como cuando sumamos una victoria que habíamos estado esperando hace tiempo… Acto seguido me dice: Francisco Massiani.
Ya les había comentado que estaba en Tierra de Nadie, el jardín más grande que tiene la UCV, pues bien, una vez que terminamos de hablar, mis pies me llevaron raudamente a los libreros del Pasillo de Ingeniería… ¿Cómo era posible que yo no conociera ni el libro ni al autor? Un golpe a mi ego pseudointelectualoso.
¡Claro que lo compré! Y ¡Claro que me lo leí en un santiamén!

¿Qué si me gustó? Francamente debo decir que no me dio ni frío, ni calor. Me pareció una novela como para leerla en segundo año de bachillerato. Quizás es que llegó a destiempo a mi vida y por eso no le doy el valor que muchos amigos le dan. Eso sí, se convirtió en un bonito recuerdo: el esfuerzo de aquel chico en adentrarse en mi mundo, su interés en impresionarme (tiempo después, ya éramos sólo amigos, me confesó que efectivamente se la había leído en bachillerato y que la usó para que yo picara el anzuelo).
Tan es así que aún hoy tengo el libro en mi biblioteca, y espero que sobreviva ahí lo suficiente como para leerla con mi bebé, cuando tenga edad, y quizás entonces la aprecie mejor y le de otra oportunidad… y muy posiblemente le cuente a mi #Tucusita esta anécdota.

¡Hablamos en un rato!

@PajaritaSoler

Deja un comentario

Get updates

From art exploration to the latest archeological findings, all here in our weekly newsletter.

Suscribirse